Rubén Darío partió de Chile en 1889 desde Valparaíso, a bordo del Cachapoal, hacia nuevos rumbos.
A pesar de la distancia, mantuvo correspondencia con escritores chilenos y argentinos y continuó colaborando con periódicos de Santiago y Buenos Aires. Sin embargo, "no regresó Darío a Chile. Y cuando una vez quiso hacerlo hacia 1912, la vida le desvió el camino. Estaba cerca de la muerte. Y atraído por ella, él que la temía y la sentía trágicamente, se dirigió a su tierra nativa para morir como un niño", escribió Luis Orrego Luco, uno de los amigos cercanos que dejó en nuestro país.
Y mi casa, la Biblioteca Nacional, conserva numerosas cartas, discursos y manuscritos autógrafos que dan cuenta de esta amistad con Chile y otros países de Latinoamérica, que acompañó al escritor durante toda su vida.
¿Quieren ver uno de sus manuscritos? Es una dedicatoria.
Memoriosa.